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Reacciones
antisionistas desde Israel
A propósito del libro Vencer a Hitler de
Avraham Burg
Dídac
P. Lagarriga, Diagonal, enero 2007
Desgraciadamente,
las críticas al sionismo son tachadas de "antisemitismo"
o de "antijudías" con demasiada frecuencia. Pero cuando
estas críticas se realizan desde dentro mismo de la comunidad
judía de Israel, el supuesto "antisemitismo" se desvanece.
El antisionismo, más apropiado, nació al día siguiente
del sionismo, que, como toda ideología, está permanentemente
en proceso. Su contraideología, por consiguiente, debe variar
con ésta sin por ello ir a remolque: permitirse derivas, retornos
o salidas es imprescindible para sustentar un contrasionismo judío
que recalque las contradicciones de un estado moderno incompatible,
como cualquier estado, con la fe espiritual. "La dimensión
israelita de mi identidad -explica Avraham Burg - me aparta de mis dos
otras dimensiones: la judía y la humana".
Burg, presidente del parlamento de Israel entre 1999 y 2003 y una figura
intelectual y política muy destacada en la sociedad israelí,
ha publicado recientemente un ensayo titulado Lenatzea'h èt
Hitler ("Vencer a Hitler") (1) donde compara el actual
estado de Israel con la Alemania nazi. En una entrevista acordada al
periódico nacional Ha'aretz, Avraham Burg confirmó sus
tesis, lo que provocó miles de reacciones. No debe serle nada
fácil tras declarar: "El estado de Israel sólo puede
ser un medio, y no un fin, pues no responde a las aspiraciones espirituales
y religiosas de la religión judía". Pero como afirma
Hans Küng, con o sin razón, en su libro El judaísmo.
Pasado, presente, futuro (2): "Me impresiona constatar cómo
en Israel hay muchas más personas que en el Islam, pero también
más que en el cristianismo, que se atreven a apelar a la conciencia
del pueblo sin que les importen las pérdidas que ello pueda ocasionarles."
Ciertamente, Avraham Burg no es el primer judío de Israel que
se posiciona en contra. Yeshayahu Leibowitz, profesor de química,
erudito rabino y una de las mayores figuras intelectuales israelitas,
admirado y citado por el mismo Burg, escribió a propósito
de la actuación de Israel: "¿Con qué comparar
esta situación? Con un matarife impuro que recurre al rabino
para pedirle un cuchillo kosher para la matanza del cerdo [...].
La ortodoxia moderna no ha encontrado repuesta a los problemas actuales
del judaísmo y del pueblo judío; ni siquiera comprende
esos problemas (3)".
Dando un paso más, Burg construye una analogía entre la
Alemania nazi y el actual estado israelí: "Nos asemeja un
profundo sentimiento de humillación nacional, la convicción
de que el mundo entero nos rechaza, la importancia central del militarismo
en nuestra identidad... Miremos el papel que tienen en la sociedad todos
esos oficiales en la reserva, la cantidad de civiles armados en nuestras
calles, el grito de Aravim ha'hutza! ("¡Fuera los
árabes!") que ya no incomoda a nadie...". En la Ley
del Retorno, por ejemplo, se concede la ciudadanía israelita
a cualquier persona considerada judía según una definición
tomada literalmente de las leyes de Nuremberg. "Rechazo ver mi
identidad -prosigue Burg- definida por Hitler. Debemos vencerlo. [...]
En un principio mi libro debía titularse "Hitler ha vencido",
pero mientras lo escribía me di cuenta que nada está perdido."
La
temporalidad de la ideología
El sionismo bebió y se empapó del romanticismo europeo
de la época, donde nacionalismo, colonialismo y orientalismo
dominaban las aspiraciones sociales, económicas, políticas
y culturales (si es que uno puede cortar de forma tan afilada unas redes
entretejidas que crean y confunden, y que en nada pueden distanciarse
de la religión). En ese momento, se creyó que el pueblo
necesitaba una sola tierra para existir: sin lugar ni fronteras no podía
constatarse la identidad común. Poco importaba que el judaísmo
se extendiera por medio mundo desde hacía siglos, o que precisamente
fuera el exilio el que alimentaba y reforzaba la religión judía.
En un momento dado, el ideólogo político del sionismo,
Theodor Herzl, llegó a proponer la fundación del estado
de Israel en la Uganda ocupada por Gran Bretaña. ¿Qué
hubiera sucedido en el transcurso del siglo XX si finalmente hubiera
ocurrido así? ¿Tacharíamos las matanzas del cristiano
Lord's Resistance Army liderado por Joseph Kony, y que desde los años
ochenta ha asesinado a decenas de miles de ugandeses con escaso eco
internacional, como "antisemitas"? ¿Qué impacto
mediático tendrían las poblaciones autóctonas de
Uganda tras la fundación del estado sionista?
Tras poco más de un siglo, entre gestación y fundación,
el estado de Israel es uno de los ejemplos más evidentes de comportamiento
moderno. Todas las contradicciones, tensiones y logros de una sociedad
mutante generan y disipan un mito tras otro, ilusiones, pluralidad extrema
bajo un mismo paraguas ideal, egoísmos exacerbados por el deseo
de ser, y "una montaña de cadáveres palestinos que
pronto superará el muro que construimos para no verlos",
como insiste Avraham Burg.
La
vía espiritual para derrocar el muro
¿Qué solución proponer? Para Leibowitz, "es
posible que no haya solución alguna para la crisis interna que
comenzó en el siglo XIX". Para Burg, mas optimista, "la
existencia espiritual, en la historia judía, es eterna, mientras
que la política es provisional. En el judaísmo siempre
existen alternativas. El error estratégico del sionismo ha sido
el de eliminar estas alternativas. La obra sionista se fundamenta en
la ilusión. ¿Pensáis seriamente que Tel-Aviv permanecerá
eternamente como una entidad postsionista etérea? Israel no es
más que un cuerpo sin alma."
Para que la espiritualidad infinita desbanque identidades políticomilitares,
Burg apuesta por la recuperación de la figura de Ahad Ha'Am,
fundador del sionismo místico con el objetivo de hacer de Israel
un centro basado en los recursos espirituales. Esperanzado, Burg no
lo duda: "El sionismo de confrontación vive sus últimos
coletazos. El siglo XXI será el de Ahad Ha'Am". El judaísmo
es la cultura del comentario, la respuesta a un texto pero también
a un contexto, ambos esquivos y móviles, perseguidos y revividos.
El estado de Israel no es más que una de sus ramificaciones.
Ni la única, ni la última. Mientras, en este 2007, el
número de franceses que se instalan en Israel ha aumentado el
10% respecto al año anterior, la cifra más elevada de
los últimos treinta y cinco años. ¿Podrá
la espiritualidad judía contrarrestar las ansias por una patria,
como todas, territorialmente ficticia?
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NOTAS
(1). Publicado en hebreo por la editorial Yediot Aharonot.
(2). Hans Küng, El judaísmo. Pasado, presente, futuro,
Trotta, Madrid, 2006.
(3). Citado por Kung.
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Dídac
P. Lagarriga, 2007
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