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¿Debemos ayudar a África?

Dídac P. Lagarriga,
Publicado en "Africaneando", Columna bimensual, Masala, septiembre-octubre 2006

"Ayudar" es la acción de los equívocos y los despropósitos. Sirve para camuflarse, para tergiversar y para lograr lo opuesto. Por eso cuando el discurso imperante es el de "ayudar", deberíamos replantearnos qué se pretende. Si en el primer mundo lanzáramos la pregunta: "¿Los países ricos deben ayudar más a África?", probablemente la gran mayoría de respuestas serían afirmativas. ¿Quiénes serían los bichos insolidarios que osarían oponerse a tal propuesta? Es natural que el imaginario sociocultural en el que vivimos venga fundado por una serie de ideologías y maneras muy concretas de entender el mundo. Pero dar por sentado ese poso ideológico sin replantearnos sus mecanismos y sus orígenes provoca que respondamos ciegamente a la propuesta "solidaria" de ayudar a África: "¡Claro que se les debe ayudar, los pobrecitos se mueren de hambre!".

Esta forma de pensar, nos guste o no, se basa en nuestro punto de vista colonial, y está fundamentada en la lógica del colonialismo y de la explotación salvaje, es decir, en una manera de regir el mundo deshumanizada. Parece coherente pensar que si uno está a favor de "ayudar" a África es precisamente para que el continente supere las heridas del colonialismo. Pero como el sistema es increíblemente perverso, lo que se hizo es tergiversar las palabras sin cambiar los hechos. De ahí que "ayudar" entrara en el vocabulario del que tiene más fuerza. En África quizá ya no quede nadie que se lo crea, pero ahora hace falta que sea el Primer Mundo quien abandone su hipocresía.

Un ejemplo más de esta tergiversación lo encontramos en los datos de un estudio publicado este verano por la ONG Christian Aid, donde se han comparado las cantidades de dinero enviadas y recibidas entre África y la cuarta potencia económica del mundo, Gran Bretaña. Las cifras hablan por si solas: mientras Gran Bretaña ha enviado al continente africano 17.000 millones de libras durante un año (en ayuda, inversión, transferencias de los africanos que trabajan en el país, etc.), las cifras provenientes de África (beneficios de las compañías británicas, reembolso de la deuda, evasiones de capital, etc.) suman un total de 27.000 millones de libras. Así pues, ¿quién ayuda a quién?

Este verano se inauguró en París un nuevo museo, el Musée du Quai Branly, con obras de arte no europeas, especialmente africanas. Promovido por Jacques Chirac, está destinado a ser uno de los museos más visitados de la capital. ¿Cómo se han conseguido la mayoría de estas obras? En primer lugar, por los robos coloniales, pero también por los regalos al Presidente francés por parte de los dictadores africanos (que Francia todavía mantiene en el poder para continuar disfrutando de los máximos beneficios con una mínima inversión). Vale la pena reproducir un fragmento de lo que escribe la maliense Aminata Traoré sobre este museo: "El Musée du Quai Branly se ha construido sobre una gran y dolorosa paradoja en el momento en que la casi totalidad de los africanos, amerindios, aborígenes de Australia, etc., reconocidos por su talento y su creatividad, nunca se les permitirá poner los pies en Francia por culpa de la nueva ley de inmigración selectiva [donde se escoge de origen a los trabajadores por sus habilidades, salud y fuerza productiva, de la misma manera que se seleccionaba a los esclavos]. Nuestras obras de arte tienen permiso de residencia mientras a nosotros se nos lo niega. Una máscara africana expuesta en Francia no sirve de nada si continúa el odio y la humillación hacia los africanos, y los otros pueblos expoliados, en nombre de la cooperación al desarrollo."

Lo dicho: se tergiversan las palabras sin cambiar los hechos. Asumámoslo. Asumamos que tenemos un imaginario todavía fundamentado en la lógica colonial. Asumamos que en gran parte crecemos económicamente gracias a África. Y, a partir de aquí, una vez asumido, superémoslo.

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Dídac P. Lagarriga, 2006

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