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A Joseph Ki-Zerbo, a Mohamed Bouamari

Dídac P. Lagarriga,
Publicado en "Africaneando", Columna bimensual, Masala, enero-febrero 2007

¿ La muerte para revivir, en la distancia. Acabó el 2006 con Joseph Ki-Zerbo y Mohamed Bouamari (casualmente en un mismo fin de semana de diciembre), figuras claves para la recuperación de la memoria colectiva. El burkinabés Ki-Zerbo y el argelino Bouamari dedicaron su vida a documentar y narrar la de los otros. Por eso su muerte ha sido a medias, valga el tópico. Nos quedará ese ejercicio interminable, tan resistente como etéreo, imprescindible: abrir caminos y luchar por su mantenimiento.

Mohamed Bouamari, nacido en Argelia en 1941, representó con su película Le charbonnier (1972) el nacimiento de un cine argelino original, poético y político. Continuó con otras películas y documentales esenciales para denunciar la represión política y religiosa como Refus o L'Héritage. Activista comprometido, también trabajará para la filmoteca de Argel hasta 1994, cuando, amenazado por el integrismo político (camuflado de religioso), debe exiliarse en Francia. Ferviente defensor de la mujer, como en su película Premier Pas (donde una mujer se convierte en la presidenta de una asamblea popular comunitaria), fue también uno de los promotores de la televisión libre ZALEA TV (www.zalea.org). Precisamente esta organización envió un email lamentando su desaparición y describiéndolo de esta manera: "Persona y artista fuera de lo común, incansable militante anticolonialista y luchador permanente en favor de la emancipación de los pueblos y de las personas, pozo de saber y conocimiento, desbordante en generosidad, vida y utopía, Boum legó a aquellos que tuvimos la suerte de haberlo conocido un recuerdo eterno de humanidad y esperanza."

Joseph Ki-Zerbo, nacido en 1922 en la actual Burkina Faso, es uno de los historiadores más importantes que ha dado este siglo XX. En una época donde el colonialismo negaba un pasado histórico al continente africano, Ki-Zerbo supo indagar, junto al gran Cheikh Anta Diop, en esa historia escondida de un modo eficaz y persistente. Sus posiciones afrocéntricas, quizá en exceso para nuestros días, fueron necesarias para contrarrestar la propaganda psicológica colonial que negaba la identidad a los explotados. Fruto de ese trabajo escribió el clásico Histoire de l'Afrique Noire (1972). Presidente durante veinte años de la asociación de historiadores africanos (1975-1995), también contribuyó a la redacción de la Historia general de África, editada en ocho volúmenes por la Unesco y Présence africaine (1991). Quizá si no se hubiera mezclado activamente en política, su repercusión internacional hubiera sido mayor, pero como decía su mujer: "Todos sus análisis lo llevaron siempre a tomar una posición más allá de la teoría e implicarse en lo que observaba." Desde los años noventa hasta su muerte, fue un férreo opositor al régimen despótico del "amigo de Francia" Blaise Compaoré. En 1997 recibió el premio Nóbel alternativo por su trayectoria. Su último testimonio político y filosófico se encuentra en el libro de entrevistas À quand l'Afrique? (coeditado por diversas editoriales africanas y europeas en 2003) donde, entre otras cosas, concluye: "El desarrollo del ser humano es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los economistas. Reducirnos a las dimensiones aritméticas del indicador de crecimiento, de la tasa de interés o del curso de la Bolsa es un reduccionismo criminal. [...] Europa no cree que África pueda tener un papel benéfico para la humanidad, y continúa mirándose en el espejo del siglo XIX. Hasta que no salga de sí misma y vaya hacia los otros para reconocerlos y conocerlos, para entenderlos, Europa no se entenderá a sí misma y todos sufriremos las consecuencias."

África ha sido y continúa siendo, antes que nada, una tierra de intelectuales y artistas. Sus creaciones no siempre se miden en los parámetros de Occidente ni se convierten en un producto comerciable: un libro, una película... Joseph Ki-Zerbo y Mohamed Bouamari realizaron una artesanía muy arraigada en la tradición humana: recordar y contar. Memoria y relato. Occidente sólo lo valora cuando esa tradición se traduce en objeto singular, aunque en las miles de formas para expresarse no hay una que supere a las otras. En ellos dos primó la posición, el mensaje y la intención. Lo material es una de las maneras de conservar lo inmaterial. ¿Cómo calcular la media de vida de unas personas que nunca terminarán de morir?


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Dídac P. Lagarriga, 2007

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