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El dzikr abigarrado de Cheikh Lô para acompañar el Ramadán

Dídac P. Lagarriga,
Publicado en "Africaneando", Columna bimensual, Masala, septiembre-octubre 2007

¿Cheikh Lô recorre los festivales internacionales desde la publicación de su disco "Ne La Thiass" en 1996. Uno de los mayores especialistas en música africana popular, Banning Eyre, dio en el clavo al definirlo como "un músico africano que encaja en la fórmula sin ser producto de ella". Porque a pesar de que a Cheikh N'Digël Lô le tocó vivir en el mundo de las simplificaciones y de las industrias culturales, de las anécdotas y de las capas más superficiales de todo acto, de toda consecuencia, hay donde escarbar.

No resulta extraño que, dada su trayectoria, a Cheikh Lô no le haya quedado más remedio que dar explicaciones. Para empezar, justificándole a su madre el porqué quería ser músico, por qué ese interés por la rumba congoleña y los ritmos afrocubanos, por qué ese empeño en ser batería profesional, en bandas que recorrían el oeste africano, en lugar de continuar con los estudios como hicieron sus hermanos... Nacido en Burkina Faso pero viviendo en Senegal desde la infancia, Lô también debió dar explicaciones, y quizá todavía esté en ello, a todos los músicos de la zona que consideran inferior y vulgar el estilo congoleño o el funk nigeriano. Paralelamente, tendrá que solventar a los cada vez más presentes wahabitas de la región para defender, encarecidamente, el islam heterodoxo e iconoclasta de las cofradías sufíes del África occidental, constituidas por millones de fieles. Discutirá también, y a menudo con recelo, con miembros de otras cofradías que no permanezcan, como él, fieles al santificado Ibra Fall. Y por si todo esto fuera poco, Lô también tendrá que dejar muy claro que, por mucho que lo tamicen sus managers en las notas de promoción internacional, su fe musulmana está por encima de cualquier culto a la personalidad de Ibra Fall o a la de su actual marabout. Existe una tendencia en el mundo no islámico de separar el sufismo del islam hasta independizarlo, moldeándolo al gusto contemporáneo para situarlo en un plano espiritual universal. Pero como canta y reproduce constantemente en sus canciones Cheikh Lô: La ilaha il'Allah. Ante tanta amalgama de ideas preconcebidas, dentro y fuera del islam, a veces cuesta imaginar cantos islámicos con ritmos funkies y cantados en wolof, letanías a Allah a ritmo de batucada o de son cubano, letras de amor y esperanza entre rumbas congoleñas.

¿Cómo argumentar todas estas decisiones y reunirlas bajo un mismo prisma? Mediante una de las pocas herramientas posibles: la música. Un lenguaje que justifica la mera justificación y la supera. A más viajes, a más relación con gentes de toda índole, a más vida, también son más las posibles contradicciones, pero, asimismo, más arraigo en la fe, más voluntad de trabajo, más estudio, más camino. El dzikr es la letanía repetitiva para recordar a Dios, una invocación constante y que las cofradías sufíes emplean a diario. Escuchando a Lô, uno se pregunta: ¿Un dzikr en wolof y con groove? Sí, alhamdulilah.

Recordarlo siempre, cantarlo, ennoblecer cada uno de los actos, beber de fuentes que encontramos mediante la escucha atenta. Las fuentes donde se hidrata Cheikh Lô emanan ritmos y melodías que los más rigurosos no dudan en desaconsejarlas. No obstante, un Lô pletórico se zambulle en ellas: es capaz de dialogar con el espíritu de Fela Kuti para extraer de él sus mejores logros del funk nigeriano; mientras, a su lado, Pee Wee Ellis toca los mismos saxos que le tocaba a un joven James Brown. Se permite versionar canciones del son cubano para pasar coherentemente a alabar las virtudes de Ibra Fall o de Cheikh Amadou Bamba con una voz excepcional, bajo un fondo afrolatino, o mandinga, o de sutileza reggae-bambara... En su último disco, "Lamp Fall", el presupuesto llegó para viajar hasta Bahía y grabar con un bloque de batucada integrado por cuarenta instrumentistas. Su facilidad es la de sorprender. Para rezar bailando y bailar rezando. Y con la sorpresa, la fascinación.
En este periodo, con el Ramadán una vez más pautando la vida de cientos de millones de personas, con los integrismos ya totalmente enquistados, vale la pena recuperar el mensaje cantado y soñado de Cheikh Lô, despojarnos de exclusivismos, abrirnos. Reír.



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Dídac P. Lagarriga, 2007

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