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Feminismo musulmán en Sudán:
un repaso
Por Balghis
Badri
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*
Capítulo extraído del libro "La
emergencia del feminismo islámico", publicado en oozebap,
2008. Más información en http://www.oozebap.org/arroz/feminismo_islamico.htm
Balghis
Badri
Intentaré
dar respuesta a tres cuestiones principales: ¿Cuáles son
los derechos de las musulmanas según los intelectuales musulmanes
masculinos de Sudán? ¿Cuáles son las posiciones
sobre el feminismo y el islam de los grupos de musulmanas sudanesas?
¿Cuál es el camino a seguir para el feminismo islámico?
Resulta muy significativo que desde la propagación de las teorías
de la modernidad, surge una tensión en el interior de las sociedades
musulmanas entre cómo se conceptualiza el islam y la contemporaneidad
en los asuntos de lo absoluto y la interpretación, el derecho
a cambiar y la capacidad de lograrlo, y el poder de definir la realidad.
La tensión también está presente entre la aceptación
del islam en su totalidad, como religión, fuente legal, conducta
moral, ideología, sistema de valores, significados de gobernabilidad,
etcétera, o, por otro lado, la restricción del islam como
espacio religioso.
Es, en definitiva, una tensión entre las libertades de pensamiento,
juicio y acción opuestas a la acumulación de autoridad
sobre los otros donde unas cuantas personas se otorgan el poder de reprimir
al resto en nombre de Dios. Los que aseguran que su comprensión
de la sharia es válida para todo el mundo y que debe ser el criterio
y el principio divino con el que medir todos los asuntos, desde los
privados a los públicos, afirman que este camino es el único
correcto. Por consiguiente, creen que no se deben tolerar las desviaciones
o alternativas.
Algunos estados consideran el islam como fuente de todos los códigos
legales (personales, criminales, económicos, morales, de gobernabilidad...),
es decir, lo que clasificaríamos y denominaríamos como
estados islamistas. En el otro extremo, existen otros que aceptan el
islam únicamente como un asunto personal. No lo codifican en
leyes estatales y son lo que podríamos llamar países musulmanes
seculares. Entre ambos lados existe un abanico de estados que toman
del islam lo que consideran más apropiado para algunas de sus
leyes. Otros aspectos de la religión los dejan como principios
éticos sin codificar.
En lo que se refiere a los asuntos de la mujer, encontramos a los que
consideran la sharia como válida únicamente para elaborar
las leyes familiares. Otros estados también la utilizan para
las leyes criminales y para asuntos relacionados con la representación
y el espacio de la mujer (posición política, códigos
morales y de vestido, sistema de valores, etcétera). Del mismo
modo, existen diferentes puntos de vista sobre las identidades femeninas,
y los estados difieren en cómo emplear el islam para justificar
la posición gubernamental hacia la mujer.
Por otro lado, la diversidad también existe entre los grupos
de musulmanas que defienden sus derechos. En general, podemos distinguir
entre tres grupos: las islamistas, que defienden un islam conservador
y basado en las interpretaciones de los primeros expertos (hombres),
aunque también existen diferencias entre ellas. Otro grupo sería
el del feminismo islámico, donde se intentan elaborar nuevas
interpretaciones o buscar referencias en las nuevas interpretaciones
realizadas por hombres para, a partir de éstas, crear una perspectiva
feminista en el seno del islam. Una tercera vía son las mujeres
que reivindican un feminismo sin referirse al islam ni tenerlo como
referencia básica para la emancipación. Son las que llamamos
feministas de cultura musulmana, en el sentido de que su religión
es el islam pero intentan tratar el feminismo desde una perspectiva
secular.
Los principales discursos de los expertos islamistas de Sudán
En
Sudán existen diferentes interpretaciones islámicas sobre
la cuestión de la mujer, que podríamos identificar en
cuatro posiciones principales. Tres de los más destacados expertos
sudaneses han escrito explícitamente sobre la mujer en el islam:
Hassan El Truabi, Elsadig Elmahdi y Mahmod Mohamed Taha. A continuación
repasaremos su pensamiento:
1)
Hassan El Truabi es el líder del Frente Islámico Nacional
y uno de los fundadores de los Hermanos Musulmanes en Sudán.
En el año 2000 publicó un libro sobre la posición
de la mujer en el islam. Apelando al principio del iytihad, argumentaba
que la esencia del islam es la igualdad entre hombres y mujeres, y recalcaba
que la mujer es igual en dignidad, derechos y deberes. Según
él, la mujer puede ocupar puestos de responsabilidad, incluso
llegar a ser jefe de Estado o juez. En el libro, Truabi utiliza referencias
a otras interpretaciones elaboradas por diferentes escuelas y pensadores
para sustentar el principio de igualdad de género. Así
pues, sus opiniones progresistas no se basan únicamente en sus
propias interpretaciones, sino que las fundamenta en diversas fuentes
con el objetivo de proporcionar justicia para la mujer. Su principal
motivación es la de dirigirse a Occidente para ofrecer una imagen
más positiva del islam como religión capaz de integrar
la modernidad al mismo tiempo que protege a la sociedad de los males
de la modernidad Occidental. Para Truabi, las diferencias entre una
sociedad moderna islámica o no islámica residen en los
ideales con los que el islam protege a la población de los excesos
innecesarios que derivan de la libertad desmesurada, el libertinaje
sexual y otros comportamientos inmorales. Por consiguiente, es necesario
que la mujer se vista de un modo decente para que no tiente al hombre
y lo provoque sexualmente. Asimismo, los hombres no deben pensar en
las mujeres como objetos sexuales y deben reprimirse.
En su opinión, la reivindicación de las mujeres por la
igualdad de derechos en los códigos familiares, como por ejemplo
la lucha por la abolición de la poligamia y el derecho unilateral
del marido por el divorcio, o que las madres consigan los mismos derechos
de custodia de sus hijos, suponen reivindicaciones y luchas inútiles.
Obtener estos derechos no son indicadores fidedignos de la posición
de la mujer en la sociedad. Los asuntos cruciales que indican la liberación
o la equidad son la igualdad ante la ley y ante Dios, la libertad de
movimiento, el derecho a ocupar un cargo público, tener unos
ingresos y propiedades independientes y una legitimidad de género
señalada como principio. En el libro abundan las citas coránicas
y los hadices, así como fragmentos de teología que sustentan
sus argumentos. Como dirigente político ansioso por aumentar
su popularidad, Hassan El Truabi no sólo no puede permitirse
ofender a las mujeres, sino que debe apoyar sus peticiones. Muchas sudanesas
han reaccionado positivamente a sus propuestas y consideran que, efectivamente,
su emancipación puede conseguirse a través del islam.
2) El segundo libro está escrito por Elsadig Elmahdi, líder
de la organización Ansar y del partido político Umma.
Publicado en 1986, abarca la condición general de la musulmana,
el derecho a la igualdad, la dignidad y los deberes de la mujer. Elmahdi
argumenta que los principios de equidad de la convención sobre
la eliminación de toda forma de discriminación contra
la mujer (o CEDAW, sus siglas en inglés), pueden aplicarse a
la musulmana y que, por lo tanto, los estados deben ratificarla.
En el libro recalca que una comprensión progresista del islam
puede combinar la religión y la modernidad sin entrar en contradicciones.
Los asuntos de libertad personal, entre éstos la libertad sexual,
los considera occidentales y no islámicos. De todos modos, las
garantías de igualdad en asuntos constitucionales y legales relacionados
con la ciudadanía, los derechos políticos y las leyes
laborales pueden ser islámicos y modernos al mismo tiempo. El
libro también analiza la poligamia, la igualdad en el divorcio
y en la herencia, la equidad en el valor de los testigos, la disciplina
de la esposa, el velo y la protección de la mujer frente a la
violencia. Se centra en analizar la desigualdad y en explicar cómo
ésta puede superarse a través de medios civiles que vayan
más allá de la tradición, por ejemplo, en la distribución
desigual de los bienes, o cómo incluir estipulaciones en los
contratos de matrimonio para restringir la poligamia o el derecho unilateral
del marido en el divorcio.
Elmahdi defiende que la musulmana ocupe cargos de responsabilidad en
los tribunales o en el Parlamento. Asimismo, sitúa el testimonio
de la mujer al mismo nivel que el del hombre. Para él, la opinión
de que la mujer sólo tiene la mitad de capacidad mental que el
hombre (que todavía mantienen algunos expertos) no es sostenible.
Además, considera que la mutilación genital femenina no
es una práctica musulmana y que debe ser prohibida legalmente.
En conclusión, Elsadig Elmahdi se muestra optimista afirmando
que la igualdad es posible, y se apoya en diferentes fuentes y en el
principio islámico de la igualdad entre seres humanos para corroborarlo.
3) El tercer intelectual es Mahmod Mohamed Taha, que elaboró
una visión radical relativa a la interpretación del Corán.
Considera que el islam contiene dos mensajes principales, uno válido
para todos los musulmanes de todas las épocas (los versos revelados
en la Meca) y otro específico para la gente de Medina, donde
el profeta era un líder político y el jefe de Estado.
Estos últimos versículos del Corán le habrían
sido revelados para guiarlo en su posición de gobernante. Por
consiguiente, se pueden extrapolar estos versículos de Medina
a otra época, pero cambiando las normas según el contexto,
ya que la época del profeta es única y no puede repetirse.
Según este argumento, todos los versículos relacionados
con las relaciones de género y los asuntos que afectan a la mujer
en particular son del periodo medinense. En consecuencia, no están
totalmente cerrados y se pueden realizar nuevas interpretaciones y leyes.
Los asuntos de controversia, como lo puestos de responsabilidad, las
leyes discriminatorias de la herencia, la poligamia, el velo, la segregación,
la obediencia al hombre, quama, etcétera, pueden considerarse,
de este modo, como algo únicamente válido para la gente
de Medina. Los versículos revelados en la Meca se centran en
la creencia en Dios, en la profecía, en el juicio después
de la muerte, la recompensa y la relación entre los seres humanos
y Dios.
Todos estos versículos se afanan en volver a las personas en
creyentes íntegros. Para Mahmod Mohamed Taha ésta es la
esencia del islam. A finales de la década de los setenta, reunió
estos argumentos en su libro El segundo mensaje. Otro de sus libros
trata de los derechos de la mujer, donde la igualdad debe aplicarse
en todos los ámbitos, incuso en el matrimonio. La segregación
y el velo los considera principios no islámicos, y la simplicidad
en la vida es la esencia para salvaguardarse de la maldad.
Sus opiniones fueron seguidas por un grupo al que llamó los Republicanos,
lo que indica la influencia del pensamiento de la revolución
francesa y de la filosofía griega. Sus seguidores, tanto hombres
como mujeres, eran principalmente de la élite, ya fueran estudiantes
o profesionales. El gobierno lo acusó de herejía y lo
ejecutó en 1984. Sus seguidores fueron perseguidos y encarcelados.
Si bien el impacto de sus escritos fue mínimo, es útil
para las feministas, ya que proporciona los medios más fáciles
y abarcables para la emancipación de la mujer en el islam. Las
feministas musulmanas más radicales pueden formular leyes seculares
que mantengan la igualdad de género, al mismo tiempo que conservan
el principio islámico de la igualdad entre hombres y mujeres.
Para
finalizar este repaso, hablaré de la versión más
conservadora del discurso islámico en Sudán: la del grupo
Ansar El Sunna Elmahamadia. Está influenciado por los grupos
de Arabia Saudí que promueven el wahabismo, una versión
purificada e idealista del islam que reivindica ser la única
verdadera, capaz de llevar a los musulmanes a una sociedad justa. No
apuestan por la conversión violenta o por la lucha para conseguir
esta nación ideal. Creen que el no politizar el islam por la
fuerza es la única estrategia viable para convertir a cuantos
más grupos mejor al camino verdadero. Su principal discurso está
basado en la pureza y su suscripción total a los mensajes de
Dios y del profeta, sin ninguna posibilidad para la interpretación
a manos de los reformistas. Se apoyan en las palabras del gran experto
Ahmed Ibn Hanbel, que creó el Hanbli Madahab, conocido como la
opción más estricta y sin cabida para la interpretación
o el razonamiento.
Con relación a las sudanesas, su discurso defiende el velo completo
que cubra todo el cuerpo, incluida la cara, los brazos y las piernas.
Permiten el derecho a la educación y al empleo pero con preferencias
por determinados campos y condicionados por la vigilancia masculina
y la falta de libertad de movimiento fuera de la ciudad. Prefiere la
exclusión de la mujer, que éstas no accedan a los derechos
reproductivos como la planificación familiar, y consideran que
no deberían trabajar si sus maridos pueden mantenerlas.
Este ideal, sin embargo, no lo siguen las sudanesas que integran esta
tendencia, pues insisten en el derecho a la educación y al trabajo,
si bien sí se adhieren al velo completo. Se trata de un movimiento
urbano que influencia y alcanza en su gran parte a hombres y mujeres
educados, aunque no necesariamente los del nivel más alto. Su
cantidad no es muy grande pero su influencia política avanza
entre los dirigentes del gobierno. No obstante, la imagen femenina que
crean es muy ajena a Sudán en términos del velo que utilizan,
parecido al de las saudíes. Por otro lado, no condenan la mutilación
genital femenina.
Tras haber resumido los principales discursos, acto seguido paso a contextualizar
los diversos grupos de mujeres en Sudán.
El feminismo en Sudán
a)
La conceptualización del feminismo
La diversidad de experiencias de las sudanesas, y de la sociedad civil
en general, debemos analizarla conceptualizando el significado del feminismo
y la pluralidad de percepciones de quienes lo reivindican. Las feministas
musulmanas también son diversas, y en este amplio y heterogéneo
espectro feminista podemos trazar cuatro categorías principales
de movimientos feministas en Sudán, utilizando el criterio del
tipo de acción que realizan. Otro modo de calificar el feminismo
es en su relación con el islam y el secularismo.
-
Clasificación a partir de la tipología de las acciones:
1)
Feministas académicas que intentan, internacionalmente, originar
disciplinas que visualicen a la mujer. Para ello, desarrollan nuevos
marcos teóricos, conceptos para analizar el fenómeno de
las relaciones de género a nivel histórico y actual, etcétera.
Efectivamente, es imprescindible producir nuevos conocimientos y replantear
los ya disponibles. Sin embargo, el propósito debe tener un objetivo.
Como yo lo entiendo, este objetivo debe ser el de divulgar el feminismo
más allá de la academia para contribuir, aportando información
y herramientas, a la defensa de la igualdad de género. Igualmente,
se debe influenciar de forma directa a los responsables políticos
para que emprendan medidas institucionales que ayuden a cambiar leyes,
el sistema educativo, los medios de comunicación, los programas
de desarrollo, las estructuras organizativas, etcétera. Todo
ello para lograr una mayor equidad de género y un fortalecimiento
de las capacidades de la mujer. Del mismo modo, también es necesario
generar un cambio en una misma y en los colegas universitarios (profesores
pero también estudiantes) para que entiendan el feminismo y trabajen
para conseguir estos objetivos.
En Sudán, el feminismo académico es interdisciplinar y
reúne a feministas de diversas perspectivas para comprender las
teorías y conceptos feministas. A su vez, es transdisciplinar,
ya que traspasa las fronteras de la universidad y se implica con los
responsables políticos y con el activismo civil en asuntos de
la igualdad de género. Esto último es crucial y es el
enfoque para encaminar el feminismo hacia futuros diálogos sobre
cómo convertir el feminismo en un elemento relevante, tanto en
la teoría universitaria como en la práctica.
2) En la sociedad civil, las feministas no son un grupo homogéneo,
del mismo modo que no se espera que lo sean en la universidad. En ocasiones,
representan el dinamismo de una sociedad civil con todas sus contradicciones
y conflictos. En otras, representan la solidaridad, el trabajo en red
y la complementariedad. Esto último es destacable en las acciones
enfocadas a ayudar a las mujeres pobres que han sufrido directamente
los conflictos armados para que puedan conseguir los Objetivos del Milenio.
3) La tercera cara del feminismo es el de la toma de decisiones a nivel
formal, ya sea por parte gubernamental, de las Naciones Unidas o de
las agencias internacionales. Las feministas que ocupan estas posiciones
en ministerios, comités, el Parlamento, en el sector privado,
en la ONU y en organizaciones internacionales, también juegan
un papel activo en el cambio de perspectivas, especialmente de origen
institucional. Su activismo prima a las jovenes desfavorecidas, a la
mujer en general, y el fortalecimiento de la mujer en el ámbito
público.
4) Una última categoría sería la que menos atención
recibe. Se trata de muchas mujeres, y algunos hombres, a nivel personal
que evalúan críticamente la situación de la mujer
en las familias y en las relaciones de poder y deciden cambiarlo de
un modo radical en favor de la igualdad y la autonomía, o también
manipulando situaciones y contextos para abrir las limitaciones que
coartan la emancipación femenina.
La
interrelación entre las cuatro categorías es imprescindible,
aunque no siempre sucede ni todo el tiempo ni a todos los niveles. Así
pues, al margen de algunos cambios positivos en las leyes y en las estructuras
institucionales, principalmente gracias a la acción de estos
grupos, su impacto no se siente ni en la ideología estatal ni
en el conjunto de la sociedad, o en su imaginario, que es lo más
importante. Permanecen otras fuerzas resistentes al feminismo, en diferentes
intensidades, como las estructuras de mercado, los medios de comunicación
y el clero de las diferentes religiones.
Esta clasificación del feminismo en Sudán probablemente
no muestra toda la imagen del país, donde ya ha empezado la polarización
entre los islamistas y los grupos seculares. Por consiguiente, el análisis
del feminismo sudanés debemos realizarlo en el marco continuo
entre islamistas y seculares.
-
Clasificación de las activistas sudanesas basada en sus puntos
de vista religiosos:
1).
Las islamistas, que no forman un grupo homogéneo y que podemos
subdividir así:
1.1.
Las que no consideran que discutir asuntos de discriminación
de género explícitos en la ley de la familia sea crucial.
Enfatizan otros asuntos por la igualdad y el fortalecimiento, básicamente
en el espacio público. Así pues, no consideran que lo
personal es político ni que sea la causa de la subordinación
de la mujer. Mayormente son progubernamentales y no se implican en ningún
proyecto que contradiga el discurso islamista masculino dominante de
los teólogos progubernamentales.
1.2. Las apologéticas, sobre lo que se entiende como desigualdades
en el islam. Las aceptan y las consideran como mandato divino, incluso
si como humanos no podemos entender su valor. La mayoría de ellas
están casadas con islamistas conservadores y su combate es oponerse
a cualquier cosa que perciban originaria de "Occidente", como
el feminismo internacional. Se implican en debates para apoyar el ideal
de un islam conservador.
2).
Las feministas islámicas se dividen en dos grupos:
2.1.
Las que creen que existe una oportunidad de reinterpretar el islam para
superar todas las desigualdades. Utilizan las revisiones del Corán
elaboradas por teólogas feministas o por teólogos masculinos,
junto a estudios comparativos e interpretaciones realizadas en otros
países musulmanes. Ellas mismas no se implican en la reinterpretación,
y sólo unas pocas replican lo que otros grupos islámicos
están reinterpretando. Este colectivo es, mayormente, contrario
al Gobierno.
2.2. Otra categoría considera la posibilidad de lograr la igualdad
de género mediante las teorías anteriormente expuestas
de Mahmod Taha. Esto facilita que la mujer reivindique la total igualdad
en el islam refiriéndose al primer mensaje revelado en la Meca.
Los escasos versículos que algunas feministas califican como
discriminatorios provienen de Medina, y en consecuencia, son contextualizados
y pueden reelaborarse mediante nuevas leyes afines a sus contextos socioculturales
y políticos. En este sentido, los musulmanes pueden formular
leyes basadas en la igualdad promulgada en el primer mensaje revelado
y omitir algunos detalles del segundo, ya que el contexto ha cambiado.
Tanto las islamistas como las feministas islámicas no forman
grupos homogéneos, aunque comparten una misma premisa: no es
necesario salir del islam para hablar de igualdad y justicia. Sin embargo,
no suelen contribuir por sí mismas a los debates teológicos
ni a las propias interpretaciones del Corán.
Debemos señalar que cuando las feministas musulmanas sudanesas
que no son partidarias del gobierno empezaron con la cuestión
de la reinterpretación del islam, Sudán se encontraba
bajo un régimen islamista. Así pues, estas mujeres reaccionaron
contra un gobierno que pretendía anular algunos de sus derechos
con una constitución y un sistema legal forjados en nombre del
islam. Asimismo, perseguían una mejor interpretación para
lograr más derechos, influenciadas por unos objetivos internacionales
sobre los derechos de la mujer y también por los discursos progresistas
de algunos intelectuales masculinos, especialmente Turabi, Sadiq el
Mahadi y Mahmoud Taha, de los que anteriormente ya hemos expuesto sus
argumentos.
Este contexto me lleva a pensar que es improbable que prevalezca en
Sudán un proyecto islamista retrógrado con la mujer, ya
que las sudanesas, en general, no son conservadoras y no desean que
sus derechos públicos retrocedan. De igual modo, el contexto
internacional tiende a apoyar los proyectos menos conservadores o incluso
los seculares.
3)
Las seculares:
Las feministas seculares, a su vez, tampoco forman un grupo homogéneo,
pues incluyen a musulmanas y cristianas. Lo que las une es que su discurso
no se basa en la religión ni la consideran fuente de legislación.
Creen que su lucha puede fundamentarse en situaciones comunes. Su principal
objetivo es la emancipación y liberación de la mujer en
el contexto internacional, representado por las convenciones de la ONU,
las recomendaciones de las conferencias internacionales y los planes
de acción. Normalmente están vinculadas a las ONG, a la
universidad, a partidos políticos o a otros actores no gubernamentales,
aunque también encontramos algunas mujeres en el Gobierno.
De modo general, las podemos dividir entre las establecidas en el norte
del país y las que residen en el sur. El primer grupo incluye
una mayoría de mujeres musulmanas, mientras que en el sur la
mayoría son cristianas.
3.1.
Feministas seculares en el norte del país:
El grupo trabaja para la conservación de los derechos políticos
y laborales amenazados por el gobierno o por la presión de los
islamistas conservadores. Igualmente, lideran, junto a algunos hombres,
el debate para implementar una fuente no religiosa para elaborar la
legislación. No debemos olvidar que la primera constitución
nacional de 1956 no menciona las fuentes de la legislación y
por lo tanto no especifica ninguna religión.
La mayoría de estas mujeres trabajan en la defensa de los derechos
de la mujer, la reforma legal, la educación de las niñas,
las estrategias para la resolución de conflictos y luchan contra
la violencia y la práctica de la mutilación genital. Este
activismo lo realizan tanto a nivel de base como colaborando con la
comunidad internacional.
3.2. Feministas seculares en el sur:
El surgimiento de un contundente feminismo en el sur desde los años
noventa, tanto en el seno del Movimiento para la Liberación del
Pueblo Sudanés como en otros grupos sureños y nubas tiene,
por lo general, unos objetivos distintos al no ser mayoritariamente
musulmanes. No obstante, también apuestan por la emancipación
de la tradición africana hacia la ley secular basada en principios
internacionales de los derechos humanos y los planes de acción
de las cumbres de mujeres. Su debate es menos complejo, aunque su lucha
no es fácil, ya que deben superar el sistema patriarcal tradicional.
Algunas conclusiones sobre este apartado
El
movimiento feminista en Sudán, el secular y el islámico,
deben enfrentarse no sólo con los teólogos islamistas,
tanto hombres como mujeres, sino también con burócratas,
jueces, dirigentes políticos y con el patriarcado arraigado en
la sociedad. Para el futuro, tanto los grupos del norte como los del
sur deben unirse para resultar más eficaces.
Se necesitan líderes visionarias y estrategias para la nueva
etapa de la lucha que termine con el patriarcado y logre aplicar la
igualdad de género en todo el país. Existen numerosos
asuntos que, al margen de los debates religiosos, podemos establecer
para ayudar a esta unión: alfabetización, reducción
de la mortalidad en el parto, mejora de la pobreza, etcétera.
Asimismo, poder debatir el patriarcado tanto en la esfera pública
como en la privada resulta crucial para que las mujeres consigamos más
espacio y la aplicación de las diversas propuestas.
En Sudán, el discurso islámico sobre si el feminismo es
coherente o contradictorio con el islam no abunda. Unas pocas mujeres,
que con dificultad podríamos calificar de especialistas en asuntos
religiosos, han empezado a predicar los deberes de las musulmanas, y
son escasas las que reivindican también los derechos. El debate
académico sólo se da en círculos pequeños,
normalmente realizado por legalistas que se refieren a los derechos
de la mujer en el código familiar.
Las razones para esta falta de debate sobre el feminismo y el islam
entre las sudanesas, las podemos encontrar en varios elementos. En primer
lugar, los derechos políticos de igualdad de la mujer y su representación
pública se otorgaron desde la independencia, y nunca fue un asunto
islámico controvertido que necesitara debatirse.
El legado de la mayoría de musulmanes de Sudán es el sufismo,
considerado menos exigente en lo que se refiere a la segregación
y la exclusión de la mujer. El sufismo enfatiza el componente
emocional del amor natural entre los seres humanos y Dios y el profeta
Muhámmad (saws) por encima del castigo y la manera de comportarse.
De la misma forma, el reconocimiento del sufismo a las mujeres como
santas religiosas a las que acudir para su bendición (un estatus
muy elevado en el legado musulmán que no encontramos en la ortodoxia)
se añade al hecho de cómo los musulmanes sudaneses conciben
la posición de la mujer en el islam.
Los intelectuales islámicos modernistas de mediados del siglo
XX, y también posteriormente, defendieron lo que podemos definir
como una posición liberal de la mujer en el islam que se oponía
a la interpretación más conservadora. De igual modo, los
jueces sudaneses se esforzaron en buscar diversas interpretaciones de
diferentes fuentes como base para la jurisprudencia. El precedente se
considera como parte de la ley y, por consiguiente, lleva a establecer
legislaciones sobre la familia que favorecen, en gran parte, los derechos
de la mujer. Además, desde 1900 a 1983 las leyes nacionales,
excepto la familiar, no estaban basadas en la sharia, sino en la legislación
británica o en una combinación de ésta con leyes
indias y egipcias.
Todo este legado influencia los derechos legales de las sudanesas, así
como los debates sobre sus derechos en el islam. El contexto relativamente
relajado del islamismo, junto a las percepciones de un fuerte movimiento
secular liderado principalmente por no musulmanes durante las décadas
de los cincuenta, sesenta y setenta, han logrado que las mujeres adquieran
derechos como la igualdad ante la ley, la ocupación de cargos
públicos y de posiciones políticas, acceso al mercado
laboral y a la educación, etcétera.
No obstante, ha permanecido en un segundo plano el debate sobre los
derechos en la familia, y únicamente unas cuantas voces han empezado
a referirse a esta nueva interpretación -principalmente elaborada
desde feministas musulmanas del extranjero, que una minoría de
feministas sudanesas utilizan-. El ámbito de esta reciente discusión
está relacionado con la restricción por parte del hombre
al derecho del divorcio, la poligamia y otras leyes sobre la pensión
y la custodia. Estas últimas no tienen origen en la teología
islámica ni se mencionan en el Corán, sino que se basan
en tradiciones y, por consiguiente, pueden cambiarse sin dificultad.
Para concluir esta sección, resulta evidente que los diferentes
grupos de sudanesas musulmanas mantienen diversas premisas, y que los
eruditos musulmanes no han logrado dar respuestas satisfactorias a todos
los problemas con los que se enfrenta la sociedad, especialmente en
el ámbito de la dominación, la discriminación y
el subdesarrollo. El conflicto entre globalización, especificidad
o relativismo cultural, la modernidad y el islam, o el feminismo y la
igualdad de género en la religión, son asuntos que todavía
deben debatirse con detenimiento en Sudán, así como en
la mayoría de los países musulmanes y del Tercer Mundo,
para reducir el conflicto y eliminar la confrontación.
En la próxima sección intentaré seguir una premisa
feminista que podría resolver algunos de estos conflictos.
Feminismo islámico y el camino a seguir
Me
gustaría introducir una nueva versión de uno de los principios
del feminismo islámico que puede resolver la tensión entre
el islam y la modernidad, o entre el islam y el feminismo. Va mucho
más allá del alcance de este escrito poder dar una respuesta
a todos los otros aspectos mencionados anteriormente, donde el conflicto
se considera dominante entre éstos y el islam.
El feminismo islámico podría basar su teoría social
en tres componentes intrínsecos: el amor, el razonamiento y la
complementariedad.
El amor, como teoría social basada en las necesidades fundamentales
del ser humano, debe lograr el equilibrio personal. La capacidad de
uno mismo para dar y recibir amor debe ser la premisa de su moralidad
y aspiración. Valores como la libertad, la justicia y la igualdad
son inherentes en el amor. Lo opuesto aleja al ser humano del amor y
le sitúa en contradicción consigo mismo. Este mismo amor,
que los seres humanos dan y reciben entre ellos, caracteriza su relación
con Dios. Se ama a Dios, y la relación con lo divino es un amor
concebido como algo natural. Es el vínculo del amor el que hace
que las personas obedezcamos y respetemos las instrucciones de Dios
en una relación desinteresada, donde pasamos del "si yo
obedezco, tú me recompensas", al "te amo, te obedezco".
El segundo componente de una teoría social es el del razonamiento.
La comprensión del universo, que regula la relación humana
y la vincula a Dios, es una cuestión guiada por la razón,
es decir, que puede llegarse a comprender mediante el uso del razonamiento.
El razonamiento es lo que puede ser comprendido como lógico,
coherente, y que nos aporta el amor y la bondad a los que aspiramos
y por los que hemos sido creados. Este razonamiento nos hace comprender
las palabras de Dios como coherentes y lógicas. En consecuencia,
los versículos coránicos que son interpretados fuera del
contexto del buen razonamiento, o que no llevan al amor y a los principios
que lo fundamentan -como la igualdad, la justicia, la libertad, etcétera-,
deben reconsiderarse hasta que no contradigan nuestra primera comprensión.
Las musulmanas pueden obtener una mejora completa empleando el islam
como fuente de inspiración, únicamente si se convierten
en teólogas y productoras de un nuevo conocimiento sobre cómo
entendemos el islam. Esto es crucial para superar la ideología
patriarcal de los que interpretan el Corán. Mi justificación
de esta interpretación sobre la cuestión de la mujer en
el islam está relacionada con el asunto de la esclavitud y el
islam. Aunque en el Corán se haga referencia con frecuencia a
la esclavitud, los musulmanes (a nivel de Estado e individualmente)
la abolieron no hace demasiado. La justificación para que esto
ocurriera la encontraron en el principio del islam sobre la igualdad.
Motivaron la abolición en el contexto moderno y su legitimación
se convirtió ya en intolerante. El empleo de la razón
y del amor nos lleva al rechazo de la esclavitud. Si utilizamos los
mismos principios y razonamientos, entonces podemos contextualizar ciertos
versículos y crear leyes que estén en boga con nuestra
época y que no contradiga la base del islam sobre la igualdad
del ser humano frente a Dios. Es la teología patriarcal la que
no está dispuesta a hacerlo, así que el trabajo recae
en una nueva teología feminista que logre la emancipación
de la mujer a través de una reinterpretación del islam.
Del mismo modo, la desigualdad en las herencias o la obediencia al marido
pueden considerarse como irrelevantes en la actualidad, como lo es la
esclavitud. Si utilizamos el razonamiento y el amor, no lo aceptaremos.
El defender la contextualización de estos versículos no
nos hace menos musulmanes, todo lo contrario.
El tercer componente de estas premisas feministas islámicas es
el de la complementariedad como base de las relaciones humanas, imprescindible
para el logro de la justicia y el amor. Los que más poseen deben
compartirlo con los desfavorecidos, y quienes tienen más capacidad
deben completar al resto como principio religioso sin arrogancia ni
dominación.
Siguiendo estos principios islámicos del amor, la razón
y la complementariedad, podemos defender coherentemente las relaciones
humanas basadas en el amor e intolerantes con la injusticia, la opresión,
la explotación y la violencia. Asimismo, el razonamiento nos
indica que los principios de igualdad y justicia defendidos en el islam
no pueden sustituirse por aspectos específicos que defienden
todo lo contrario.
De igual modo, la complementariedad justifica el surgimiento de la interdependencia
financiera, material, intelectual, espiritual y emocional entre los
seres humanos. Las relaciones entre las naciones deben entenderse también
de esta forma.
Si estos principios están relacionados con los derechos humanos
actuales, también encajan con el feminismo liberal y el marxismo.
Los asuntos tratados por el feminismo radical, como por ejemplo la libertad
de elección sexual, debemos contemplarlos también en estos
tres principios. Algunos de las prácticas abordadas por las feministas,
como la violencia contra la mujer, el matrimonio o las relaciones sexuales
forzadas, la prostitución o la pornografía, están
todas ellas condenadas en el islam ya que quedan al margen de la razón,
del amor y de la complementariedad.
Mientras que algunas feministas consideran otros asuntos sobre la sexualidad
como parte de los principios feministas -las relaciones extramatrimoniales,
por ejemplo-, no se aceptan en el islam, porque son contrarias a estos
tres principios. La infidelidad es contraria a la estabilidad matrimonial
y perjudica el amor de la pareja.
Así pues, este puede resultar un aspecto del islam que contradice
a los que defienden los derechos individuales por encima de ambos esposos.
Es cierto que el discurso feminista no reivindica las relaciones extramatrimoniales
en sí, sino que defiende la evaluación igualitaria de
la conducta y los principios morales sin hipocresía. En este
sentido, el islam se muestra igual de condenatorio con la doble moral,
aunque difiere al no tolerar o aceptar según que acciones. Como
musulmana feminista, éste es el único aspecto que considero
que contradice al islam y que, por lo tanto, no puedo tolerar.
En conclusión, el feminismo, la modernidad y el islam no son
contradictorios. La libertad individual vinculada a los derechos sexuales
no debe considerarse como la única condición para ser
musulmana, moderna o feminista. Es decir, no por estar en contra de
la libertad sexual extramatrimonial una es menos moderna, feminista
o defensora de los derechos humanos.
Asimismo, si te opones a la imposición del velo que cubra la
cabeza, o a un vestido largo hasta los pies y las manos, no por eso
dejarás de ser menos musulmana. Esta libertad personal tiene
los límites en no generar problemas a la sociedad en su conjunto.
Si existe algún castigo por practicarla, sólo Dios lo
sabe. Las musulmanas podemos ser modernas y feministas sin entrar en
contradicciones, del mismo modo que las feministas pueden ser buenas
musulmanas siendo coherentes.
Una interpretación del islam donde prevalece la comprensión
igualitaria y holística basada en el amor, la razón y
la complementariedad, da como resultado una defensa de la dignidad,
los derechos, las oportunidades, la posición social y el reconocimiento
de la mujer. Es el deber de las mujeres liderar esta relectura del islam
y codificar teológicamente sus principios.
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Capítulo extraído del libro "La
emergencia del feminismo islámico", publicado en oozebap,
2008.
Más información en http://www.oozebap.org/arroz/feminismo_islamico.htm
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oozebap . 2009 . sumario