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Los biocombustibles: ¿una nueva revolución para África?
Por Trusha Reddy, ISS, 2007.
Traducción:
oozebap.org
Parece
que África despierte de una pesadilla para poder empezar con
otra. Tras la conquista multinacional, esponsorizada por el neocolonialismo,
de nuestros recursos petroleros, llega una nueva oleada de empresas
"verdes" a las fértiles tierras africanas. El presidente
de Senegal, y promotor del biocombustible, Abdoulaye Wade, lo ha llamado
"una nueva revolución en África". Pero desgraciadamente
el daño será mucho mayor que sus beneficios.
Las primeras opiniones en el movimiento global del biocombustible didujaban
un escenario donde todos salían ganando. La razón ofrecida
por los países ricos era que se dejaría de depender de
las fuentes tradicionales de combustible si se invertía en la
energía renovable proveniente de plantas. Así, según
esta teoría, aseguraríamos que el carbón contenido
en combustibles fósiles permaneciera a buen recaudo bajo tierra,
reduciendo además el impacto del cambio climático.
A esto debía añadirse el hecho de que estos cultivos absorben
y almacenan dióxido de carbono y, por consiguiente, ayudan al
equilibrio de concentraciones de gas en la atmósfera. En los
países del Sur, se prometió que el biocombustible aumentaría,
además de los beneficios medioambientales, los económicos,
al vender las cosechas a estos mercados verdes.
Las evidencias actuales, sin embargo, han cambiado todas estas hipótesis.
Mediante la conversión de tierras a gran escala para cultivos
destinados a generar energía, el aumento del precio de los alimentos
y la tergiversación de los informes científicos, las acciones
gubernamentales son cada vez más engañosas.
Un estudio reciente publicado por la Africa Biodiversity Network reúne
pruebas de que en Tanzania, Uganda, Zambia y Benín la puesta
en marcha de proyectos caóticos puede conducir a un desastre
ecológico y humanitario a gran escala. Timothy Byakola, por ejemplo,
denuncia que existe un plan (que ya se ha puesto en marcha) para convertir
un tercio de la mayor reserva natural de Uganda, la selva de Mabira,
en terrero cultivable donde se plantará caña de azúcar
para la producción de etanol. Según Byakola, el presidente
ugandés Yoweri Museveni ha apoyado explícitamente este
controvertido proyecto, ignorando la oposición de las comunidades
afectadas. Las consecuencias de la deforestación de 7.100 hectáreas
de una de fuente clave de agua para el río Nilo y el lago Victoria,
y la repercusión en la población que reside en Mabira
y que depende de los recursos de esta tierra, son enormes.
Protestas
en Uganda contra los planes del gobierno.
El resto de países que se analiza en el informe presentan situaciones
similares, donde grandes extensiones de tierra cultivable están
siendo vendidas al mejor postor sin tener en cuenta las repercusiones,
tanto para la población local como para la soberanía alimentaria.
Además, ecologistas etíopes denuncia que existen planes
para introducir la nueva planta "maravillosa", la jatropha,
para usarla como biocombustible en las tierras fértiles. Además
de una crítica cada vez más elevada sobre la utilización
de plantas para combustible, este caso también es controvertido
ya que la jatropha fue promovida precisamente porque es una planta que
puede crecer en tierras secas y reducir el uso de tierra cultivable,
tan necesitada por la población local.
El informe de la Africa Biodiversity Network también indica que
existe una falta de compromiso en los países estudiados sobre
el impacto potencial que tendrá en las comunidades rurales y
en la seguridad alimenticia. En Sudáfrica, sin embargo, la estrategia
preliminar para los biocombustibles ha topado con una variedad de opositores
que temen que las comunidades rurales sean obligadas a ceder sus tierras
a los productores industriales de aceite de colza, maíz y soja.
El gobierno está actualmente revisando la estrategia.
Como ocurre con el comercio de carbón, el asunto del biocombustible
también conlleva cuestiones climáticas. En el 2004, el
activista anticambio climático George Monbiot ya advertía
de que la creciente demanda de biocombustibles desembocaría en
una competición por los alimentos entre los coches y las personas.
"La población irremediablemente tiene las de perder: los
que pueden permitirse el lujo de tener un coche son, por definición,
más ricos que los que se encuentran en peligro de morir de hambre".
La razón por la que los gobiernos ricos están tan entusiasmados
se debe a que no quieren preocupar a los conductores. Monbiot señala
que los biocombustibles "aparentemente reducen la cantidad de carbón
de nuestros coches, sin que sean necesarios nuevos impuestos. Es una
ilusión apoyada por el hecho de que sólo las emisiones
producidas en casa cuentan en nuestro total nacional". En Gran
Bretaña, desde marzo del 2008, todas las gasolineras del país
deberán asegurar que el 2,5% de la gasolina que vendan se deriva
de las plantas. Si no se lleva a cabo la multa será de 15 libras
por litro vendido. La cuota aumentará a un 5% en el 2010 y para
el 2050 el gobierno espera que el 33% de la gasolina provenga de los
cultivos. Los Estados Unidos tienen objetivos similares. En respuesta
a esto, tanto Monbiot como la organización Friends of the Earth
/ Amigos de la Tierra hacen un llamamiento a los gobiernos a interrumpir
su apoyo incondicional a los biocombustibles. En un comunicado de prensa
reciente, esta organización argumenta que "debe dedicarse
más atención a reducir la demanda energética y
mejorar la eficacia de los vehículos, ya que eso costaría
menos que subvencionar nuevos recursos inútiles como los biocombustibles".
Desgraciadamente, esto resultará difícil de lograr con
el ritmo de crecimiento del mercado actual.
Según la agencia estadounidense Clean Edge, el mercado global
de los biocombustibles crecerá de los 20.500 millones de dólares
en el 2006 a los 80.900 millones en el 2016. Informes recientes de la
prensa sudafricana sugiere que los inversores en África ya han
prometido millones de dólares para construir plantas de producción
en el continente que producirán bioetanol y biodiesel de plantaciones
como el azúcar, el maíz o la soja. Si en el Norte ya se
empieza a hablar de la necesidad de imponer directrices que mitiguen
los problemas que surgen de este tipo de combustible, el desafío
para el continente africano es el de encontrar su propio camino para
la sostenibilidad, en lugar de dejarse arrastrar por la actual ola de
esquemas "verdes" perversamente concebidos.
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Trusha
Reddy, trabaja en el Corruption and Governance Programme, del ISS, Cuidad
del Cabo, Sudáfrica.
El artículo se publicó primero en ISS Today, 09/2007.
Africa Biodiversity Network: http://www.gaiafoundation.org/partners/african.php
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oozebap . 2007 . sumario