<<
sumario (volver) .
___________________________________________________
Movimientos sociales, decrecimiento, transferencia de conocimiento...
Por Dídac P. Lagarriga, 2008
Publicado en Masala (Barcelona), septiembre-octubre 2008
Desde hace varios números, el periódico Diagonal
está publicando una serie de debates bajo el título "Los
movimientos sociales ante el panorama político". En su aportación,
José Toribio Barba simplifica en dos las corrientes dentro de
los movimientos sociales: la de pretensiones reformistas y la que mantiene
propósitos radicales. Los primeros buscan mejorar o cambiar aspectos
del sistema, mientras los segundos se definen en una oposición
a los primeros, aunque sólo sea formal y aparente. "Decimos
"no", escribe Toribio, a una miríada de experiencias
que, si se produjeran, vaciarían de sentido la vida tal y como
la vivimos. Si el "no" que proferimos en infinidad de luchas
se hiciera carne y no sólo verbo, deberíamos desertar
de infinidad de chucherías cotidianas -alimentarias, de transporte,
de tecnología, de ocio...". (1)
La reflexión incómoda de Toribio Barba, en definitiva,
nos lleva a reconocer lo que Serge Latouche define como nuestra adicción
a la droga desarrollista, economicista y supuestamente racional en un
mundo pensado para todo lo contrario. Latouche saca a la luz esta dependencia
enfermiza (interior y exterior) en la discusión sobre el decrecimiento
y su validez en África. ¿Es factible en el continente
africano proponer las tesis del decrecimiento forjadas en Europa? Una
sociedad que todavía no ha tenido tiempo de probar algunas de
las delicias del crecimiento económico, ¿debe entrar ya
en el decrecimiento? ¿No sería más justo dejarles
probar un rato? ¿No es el decrecimiento un lujo para ricos?
Estas cuestiones son planteadas, especialmente, en el seno de los movimientos
sociales franceses, donde las propuestas integrales del decrecimiento
(capaz de aunar causas sociales, ecológicas, económicas,
culturales...) han arraigado con fuerza. Por respuesta, Latouche recuerda
que el decrecimiento no se inventa en el Norte, sino que son las sociedades
del Sur, especialmente las africanas, quienes lo corroboran en su día
a día. Combatir la idea misma de "desarrollo" pasa
por reconocernos drogodependientes, al mismo tiempo que impide nuestra
ingerencia en África, por muy humanitaria que nos parezca. (2)
Los movimientos sociales europeos que trabajan en África deberían
reconocer, en primer lugar, este síndrome intervencionista. Aprender
a escuchar. Desintoxicarnos. Uno de los muchos ejemplos lo encontramos
en la alimentación. Ningún otro continente está
tan asociado a la hambruna como África. Sin embargo, la capacidad
de los campesinos africanos para superar las sequías mediante
su conocimiento tradicional nunca se subraya. Se tacha a cualquier africano,
en el mejor de los casos, de impotente (cuando no de incompetente).
A. Mushita y C. Thompson, grandes conocedores del terreno, han escrito
un libro precisamente para demostrar, datos en mano, todo lo contrario:
"Los africanos pueden proporcionar a los norteamericanos y a los
europeos nuevas y adecuadas técnicas para la producción
sostenible de alimentos, un obsequio imprescindible. Los países
del Norte pueden ofrecer, a cambio, una mayor concienciación:
lo que comemos es altamente político y está muy relacionado
con la próxima hambruna que amenaza al continente africano. La
ayuda alimentaria puede cubrir una necesidad básica a corto plazo,
pero es un indicador del fracaso político, en el Norte y en África."
(3)
En definitiva, es más importante y resolutivo oponerse a la privatización
genética y apostar por la agricultura local y ecológica
que lanzarse a construir escuelas en las zonas rurales de Mozambique
o Burkina. En este sentido, la cooperación y las redes internacionales
de movimientos sociales suponen un trabajo ciertamente más complejo,
pero también mucho más contextualizado y provechoso. El
debate interno con el que empezábamos la columna oponía
reformistas y radicales. En África, como queda ilustrado en este
libro, los movimientos sociales no suelen entrar en esta dicotomía,
fuertemente influenciados por la lucha anticolonial en favor de una
soberanía estatal. Por consiguiente, el estado no debe desaparecer,
sino convertirse en un aliado de la comunidad. A diferencia del imaginario
occidental, prevalecen los derechos comunes, no sólo los individuales.
Este encaje en lo social, el vínculo y las estrategias de relación
amortiguan el presente apartheid económico.
___________
Notas
(1). En su artículo "Los movimientos sociales de la crisis",
Diagonal, 24 julio-3 septiembre 2008 (www.diagonalperiodico.net).
(2). Serge Latouche, Entre mondialisation et décroissance,
A plus d'un titre éditions, Lyón, 2008. Y también:
La otra África.
Autogestión y apaño frente al mercado global, oozebap,
Barcelona, 2007.
(3). Andrew Mushita y Carol B. Thompson, Biopiracy of Biodiversity,
Africa World Press, 2007. En preparación la traducción
española en oozebap, 2009.
__________________________________________
oozebap . 2008 . sumario