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Conflicto
en Somalia: estado sin estado
Por
Jordi Sant Gisbert, 2007
En los últimos días del 2006 las tropas del Gobierno provisional
de Somalia se establecieron en la capital, Mogadiscio, con la ayuda
del ejército etíope. Mientras, las milicias de los Tribunales
Islámicos, que desde junio dominaban la ciudad, huían
hacia el sur con la supuesta idea de reagruparse ante una posible intervención.
Otra vez la maquinaria mediática mundial pone momentáneamente
el ojo en el cuerno de África, dando la típica imagen
de una situación caótica, de vacío de poder y de
posibilidades de reaparición de luchas armadas entre grupos clánicos
liderados por los Señores de la Guerra.
Los Estados Unidos respiran tranquilos al ver como el intento de crear
un estado islámico en África Oriental fracasa, gracias
en gran parte a la intervención militar de su aliado Meles Zenawi,
Primer Ministro de Etiopía. A la cabeza del nuevo poder establecido
en Mogadiscio encontramos a Yusuf Ahmed, líder de la zona autónoma
de Puntland que, con fama de autoritario, le otorgan la responsabilidad
de poner orden a la capital.
El último episodio bélico vivido en Mogadiscio difícilmente
acabará con un conflicto que se arrastra formalmente desde hace
16 años cuando, para la mayoría de especialistas, el estado
somalí se colapsó y cayó en manos de la lucha entre
los Señores de la Guerra. Ciertamente esta lucha ha existido
y existe todavía, pero no en todo el territorio ni tampoco sin
unas causas realmente profundas que nos transportan directamente a la
naturaleza del estado somalí.
Perspectiva histórica del conflicto
El territorio que ocupa hoy el estado de Somalia, aunque culturalmente
se le puede considerar bastante homogéneo, ha tomado fisonomías
diferentes en su evolución histórica. Bien conectado con
las corrientes comerciales del Índico, por las cuales quedó
inserida al mundo islámico, socialmente y durante siglos ha predominado
una estructura clánica sin un poder centralizado que dominara
el territorio.
La colonización europea rompió este panorama debido a
que el territorio quedó repartido entre italianos, ingleses y
franceses, que utilizaron el sistema de clanes y subclanes para asentar
su poder, modificando los equilibrios sociales existentes. Con la llegada
de la independencia en 1960 se creó un estado somalí sobre
las bases de las antiguas colonias británica e italiana, mientras
que quedaban fuera del nuevo estado territorios culturalmente somalíes,
principalmente los de Ogadén en Etiopía.
Pasada una primera década de pax democrática, el estado
somalí, como la mayoría de estados africanos, cayó
en manos de un poder dictatorial. El general Syad Barre se mantuvo en
el poder hasta principios de 1991, pasando del socialismo científico
con el apoyo de la Unión Soviética en los años
setenta a la órbita occidental con los Planes de Ajuste Estructural
del FMI en la década de los ochenta. Un estado exhausto de recursos
se hizo adicto a los créditos capitalistas al mismo tiempo que
adoptaba una estructura neopatrimonial, donde el hecho de pertenecer
o no al clan establecido en el poder fijaba la posibilidad de acceder
a las riquezas del estado. Por lo tanto el estado somalí, en
vez de unir el pueblo somalí bajo en mismo paraguas, aumentó
su división rivalizando la relación entre grupos y eliminando
las formas tradicionales de mediación.
Cuando Siad Barre dejó el país en 1991, el panorama político
fue ocupado por esta rivalidad. Algunos territorios, como el noreste,
se reformularon alianzas y dinámicas sociales entre clanes que
llevaron a la autoproclamación de la independencia de Somaliland,
territorio que hoy en día funciona con cierta normalidad y de
forma independiente, aunque internacionalmente no sea reconocido como
un estado. En el noroeste, la región de Puntland también
proclamó su autonomía el 1998, pero sin renunciar a formar
parte de un estado somalí unitario. En el centro y el sur del
país las rivalidades no encontraron ninguna forma de consenso
y se criminalizaron, dando lugar a un sanguinario conflicto. Es este
conflicto el que ha dado el imaginario de guerra irracional generalizada,
más aún cuando intervinieron los Estados Unidos en 1992-93
y la ONU entre 1993-95 con éxitos más que dudables.
La situación de guerra permanente en esta zona se ha prolongado
hasta la actualidad, convirtiéndose en un modus vivendi para
ciertas facciones en lucha (lo que se conoce con el nombre de Economía
Política de la Guerra), y aunque la Comunidad Internacional ha
promovido intentos de formar Gobiernos de Unidad Nacional o de transición,
el último de los cuales es el que ocupa hoy el poder, éstos
han sido incapaces de controlar el territorio. El pasado junio del 2006,
líderes de organizaciones islamistas impusieron cierto orden
dentro de Mogadiscio ofreciendo protección dentro de la ciudad
ante los constantes ataques, hecho que les hizo ganar cierta reputación
social
¿Hace
falta un estado somalí?
Ante esta situación parece poco probable que el actual Gobierno
instaurado en la capital consiga refundar un estado somalí unitario
que genere propuestas efectivas de paz, más teniendo en cuenta
las dinámicas autónomas del norte del país. Los
responsables políticos somalíes, y también la Comunidad
Internacional, podrían reflexionar acerca de la adecuación
de establecer una estructura política rígida y exógena
como es el estado moderno webberiano. Seguramente produce esquizofrenia
plantearse una pregunta tan irreverente como ésta teniendo en
cuenta que el estado se mantiene como el paradigma de organización
política, asociado además a conceptos como el bienestar
y la democracia, valores hechos con un patrón fijo occidental
pero hoy en día exportados a todo el mundo. Pero en Somalia,
el estado tal y como lo concebimos hoy en día, sólo ha
traído consigo guerra y criminalización de las relaciones
sociales.
La ley marcial decretada por el Gobierno provisional apunta hacia una
decisión autoritaria: control como sinónimo de paz. En
Mogadiscio este esquema puede ser válido pero, ¿y en el
resto del territorio? Tendremos que esperar para ver como este Gobierno
provisional se gana la legitimidad. Algunas voces discordantes ya han
empezado a sonar en su seno, sobretodo por el papel que debe jugar Etiopía
en el proceso de reconstrucción. Sin duda el futuro se presenta
del todo incierto. La población ansía la paz, pero esta
depende, de momento, de excesivos factores.
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oozebap . 2007 . sumario