oozebap
- libros
_________________________________ _ ____________________________ _ _________________
Por
una recuperación de la historia africana
De África a Haití a Gaza
Jacques
Depelchin
oozebap - Pescando husmeos nº 6
Coeditado con Fahamu
130 pags. PVP: 10 euros.
ISBN: 978-84-614-3803-7
_____________________________________
«Contribuye
a frenar el olvido que existe sobre las resistencias y las luchas de los
africanos desde siglos.»
Le Monde Diplomatique
_____________________________________
Texto de la contraportada
La reivindicación de la historia de África no es fruto únicamente
de una iniciativa ideológica: sin esta historia, sin sus protagonistas
individuales y colectivos, la humanidad no está completa.
Jacques Depelchin es un buscador nato de esta fidelidad al ser humano
en todo su esplendor, un vínculo íntimo que nos hace tomar
conciencia de los hilos que van tejiendo historias silenciadas, mancilladas
o tergiversadas con el propósito de eternizar el olvido. Frente
a la amnesia, el historiador congoleño repite, una y otra vez,
que sin los fieles a la humanidad nada tiene sentido. Nada es.
África se desborda y su historia cuenta con un elenco de resistencias
que, en ocasiones, forjan crisoles ejemplares donde continuar con esa
fidelidad. La emancipación del ser humano y su movimiento libre
en torno al amor y la justicia dieron Haití. Dieron los quilombos
brasileños. Dieron la fuerza de Kimpa Vita. Dan el sueño
que gesta la lucha por una vida digna en los suburbios africanos, en los
movimientos y foros sociales, en las tierras indígenas, en Gaza.
______________________________________
Información
sobre el autor
El congoleño Jacques Depelchin ha impartido clases de Historia
Africana en universidades de Estados Unidos, la República Democrática
del Congo, Mozambique, Tanzania y Brasil, donde actualmente trabaja. Es
miembro fundador y director de la Alianza Internacional Ota Benga para
la Paz en la República Democrática del Congo. Además
de numerosos artículos y trabajos de investigación, ha publicado
los libros From the Congo Free State to Zaire: 1885-1974, 1999. Towards
a Demystification of Economic and Political History (Codesria, Senegal,
1992) y Silences in African History. Between the syndromes of discovery
and abolition (Mkuki Na Nyota Publishers, Tanzania, 2000).
_____________________________________
Índice
Introducción
1. Para salvar a la humanidad debemos tomarnos en serio la historia africana
2. En solidaridad con Cité Soleil/Site Soley en Haití
3. Posibilidades y rutas de una subversiva globalización Sur-Sur:
África y Brasil
4. El recorte de las libertades: de Haití a Sudáfrica
5. Historia del miedo a la emancipación en la República
Democrática del Congo. De Kimpa Vita a Lumumba a las mujeres de
Panzi
6. Hambre de voz: la crisis alimentaria, el mercado y la desigualdad socioeconómica,
81
7. De África a Haití a Gaza: permanecer fieles a la humanidad
8. El hijo bastardo del genocidio que nació para vivir a su costa
Epílogo
_____________________________________
Introducción
Estos ensayos aparecieron, en una primera versión,
como artículos en Pambazuka
News. Aquí los presentamos por orden de publicación
desde el año 2007, salvo el primero, que lo escribí a modo
de introducción al presente libro. En ellos intento explicar cómo
se podría escribir la historia de un modo que ayudase a liberar
la historia africana, rehén (conscientemente o no) de los marcos
intelectuales europeos y norteamericanos.
No obstante, los capítulos pueden leerse en cualquier orden. Todos
surgen de una misma preocupación: demostrar que la historia africana
es múltiple en el sentido que, en ella y a través de ella,
es posible reconectar todas las historias de los que fueron desconectados.
Esta reconexión a la humanidad sólo será efectiva
si, mediante las historias africanas, podemos entender las historias de
los pobres, las de los "Haitís", los "Abahalis".
En definitiva, las de quienes se han visto obligados a mirar atrás
con un espejo roto, deliberadamente aplastado para que sea imposible divisar
algo.
Las historias de África y los africanos deben entenderse en todas
sus complejidades, de Haití a Gaza a las favelas y los barrios
de chabolas.
En estos escritos también podemos encontrar, en un segundo plano,
la certeza de que esta "reclamación" no es sólo
por el bien de África, sino por el bien de todos aquellos que hacen
lo posible para enterrar la historia africana.
Jacques
Depelchin
Salvador de Bahía, Brasil, abril del 2010
_____________________________________
Reseñas
En España se publican muchos trabajos sobre África, pero
principalmente por institutos y centros de investigación oficiales.
La mayoría de ellos pecan de eurocentrismo, muchos sin quererlo.
Son pocos los trabajos que se publican en España de pensadores
africanos en torno a la realidad propia. La asociación oozebap
es un referente del pensamiento y la cultura africana en nuestra lengua,
y la colección de libros "Pescando husmeos" es todo un
ejercicio de aproximar el África plural a los lectores.
Por una recuperación de la historia africana es el último
libro que acaban de publicar. Se trata de una recopilación de artículos
del profesor de Historia de África Jacques depelchin, que imparte
clases en universidades de todos los continentes y que en la actualidad,
junto con la actividad docente, dirige la Alianza Internacional Ota benga
para la Paz en la República Democrática del Congo. Los textos
de esta compilación contribuyen a frenar el olvido que existe sobre
las resistencias y las luchas de los africanos desde siglos.
África se desborda y su historia cuenta con un elenco de resistencias
que, en ocasiones, forjan crisoles ejemplares donde continuar con esa
fidelidad. Pero Occidente las reprime por la fuerza y las sumerge en un
eterno olvido, como hicieron con la lucha por la libertad en Haití
contra la esclavitud y el colonialismo. Esas resistencias son las que
también han hecho surgir los quilombos brasileños. Han generado
la fuerza de Kimpa Vita. Fabrican los deseos por una vida digna, en paz,
en los suburbios africanos, en los movimientos y foros sociales, en las
tierras indígenas, en Gaza.
Héctor
Estruch, Le Monde Diplomatique, n. 189, julio 2011
____________________ ____________________
Entrevista a Jacques Depelchin
a propósito de su libro "Por una recuperación de la
historia africana. De África a Haití a Gaza"
Por Dídac P. Lagarriga. Revista Africaneando,
n. 5, 1er trimestre 2011.
____________________
____________________
"Una excelente entrevista a Jacques Depelchin publicada en Africaneando
nos sirve de tema para el programa de esta tarde, tema candente al día
de hoy, el proceso histórico que comprende dos aspectos importantísimos
en el devenir histórico de África: esclavitud y colonialismo."
Programa No sólo música, Radio Contrabanda
(Barcelona), 21 de junio de 2011
http://nosolojazz.contrabanda.org/2011/06/21/por-una-recuperacion-de-la-historia-africana-de-africa-a-haiti-a-gaza-jaques-depelchin/
____________________
____________________
"Hasta
que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de caza
siempre glorificarán al cazador". Este proverbio, que bien
podría resumir esta reseña, hace referencia al hecho de
que la historia es escrita por los vencedores, de modo que su versión
domine sobre el resto y, de este modo, mantenga su estatus de poder.
En
la obra de la editorial oozebap, Por una recuperación de la historia
africana. De África a Haití a Gaza, su autor, Jaques Depelchin,
historiador congoleño residente en Brasil, denuncia la usurpación
de la historia del continente africano por parte de las potencias mundiales
quienes, hasta el presente, obtienen beneficios de su marginación.
El objetivo de esta colección de ensayos es, en palabras del autor,
'explicar cómo se podría escribir la historia de un modo
que ayudase a liberar la historia africana, rehén (conscientemente
o no) de los marcos intelectuales europeos y norteamericanos (p. 9)'.
Al
enlazar hechos históricos aparentemente desconectados entre sí,
el libro da cuenta de la multiplicidad de historias que convergen en y
a través del continente africano, de ahí el subtítulo
'De África a Haití a Gaza', un recorrido que, si bien no
es lineal, ni único, señala una vía de visibilización
de historias silenciadas por la Historia, cuyo común denominador
es la exclusión y marginación de seres humanos por parte
de 'los descubridores', comenzando por el despojo de los arahuacos, los
caribes y los amerindios, para empezar por algún punto, hasta la
usurpación de tierra de los palestinos en Gaza (p. 109-114).
El
itinerario pasa por Haití, Brasil, Sudáfrica, la República
Democrática del Congo, la esclavitud, la pobreza, los crímenes
contra la humanidad, el humanitarismo, los genocidios, el apartheid y
el hambre, para culminar con el sistema económico actual capitalista,
actualizado y reproducido desde hace quinientos años, con base
en el silencio - y el consecuente silenciamiento- sustentado en el miedo
y la vergüenza. 'El miedo a que se revele un secreto vergonzoso genera
una poderosa necesidad de ocultarlo' (p. 95).
La
hipótesis que subyace a lo largo de toda la obra es que podríamos
comprender mejor los crímenes actuales si logramos ver el vínculo
de éstos con los crímenes del pasado que continúan
sin reconocimiento, es decir, no son hechos aislados, forman parte de
una lógica que, a fuerza de negarla, se ha vuelto invisible. De
modo que hace falta mirar los hechos históricos desde otra perspectiva.
Un
buen ejemplo de ello es el tráfico de esclavos. No hay una memoria
africana propiamente dicha de la esclavitud (Mbembe, 2002: 259), a pesar
de lo mucho que se investiga, escribe y rememora, el discurso oficial
tiene como fin ocultar el hecho de que la esclavitud no ha terminado,
solo ha cambiado de forma, se mantiene a través de otras formas
de opresión que permanecen impunes. Más aún, los
recursos obtenidos gracias a la trata esclavista, han servido para mantener
el poder de ejercer nuevos crímenes contra la humanidad.
Para
salir de esta espiral, el autor propone dos pasos, plantear preguntas
que cuestionen los marcos dominantes, aquellos que inevitablemente conducen
al capitalismo como la única orientación histórica
posible. Al hacer este cuestionamiento, cabe señalar la afirmación
del escritor senegalés Boubacar Boris Diop: 'Una sociedad cuyos
dirigentes sólo mantienen con su pasado esta relación de
negación, compulsiva y gesticulante, revela la enfermedad que la
atormenta y merece, en realidad, más compasión que odio
(2007: 157)'.
El
segundo paso propuesto por Depelchin, es reconsiderar la historia africana,
desenmarcarla de las narrativas históricas dominantes. En sus propias
palabras:
Este
libro asume que, salvo que la historia africana no se reconsidere (tomándola
en serio) con el deber de sanar a la humanidad de todas las prácticas
de los victoriosos, el género humano continuará el camino
hacia la autoaniquilación (p. 17).
Este
camino para romper con la historia que pretende 'avergonzar a cada africano
de su memoria y de su identidad (Diop: 2007: 11)', presenta dos obstáculos
principales. El primero, pronunciarse a favor de una verdad que es muy
incómoda, silenciada incluso con la muerte, como fue el caso de
personajes como Lumumba en la República Democrática del
Congo, Sankara en Burkina Faso y, más recientemente, Aristide en
Haití.
El
segundo implica tomar conciencia de nuestra participación en el
sistema dominante de la máquina capitalista, dado que: 'La capacidad
destructiva de esta máquina -que deberíamos llamar un estado
mental- no puede determinarse, pues reside en la conciencia humana (p.
11)'.
Referencias:
Depelchin,
Jaques (2011) Por una recuperación de la historia africana. De
África a Haití a Gaza. Barcelona: oozebap
Diop,
Boubacar Boris (2007) África más allá del espejo.
Barcelona: Oozebap
Mbembe,
Achille (2002) "African modes of self-writing", en Public Culture
14(1) Duke University Press. Pp. 239-273
Fernando
Zarco ,
Masala, Barcelona, sep-oct. 2011
____________________
____________________
De Fanon a Depelchin y vuelta a empezar
Meditaciones en torno al libro "Por una recuperación de la
historia africana", de Jacques Depelchin
Por
Oscar Escudero
La República de Haití es el país que Jacques Depelchin
(República del Congo, 1945) ha escogido para ilustrar una de las
ideas que vertebran su libro "Por un recuperación de la historia
africana" (oozebap, 2011). Primero bajo yugo español y luego
francés, Haití fue poblada con esclavos, procedentes en
su mayoría de la República del Congo. Más tarde,
en 1804, se alzó como la primera colonia en obtener la independencia
y, por tanto, en conocer a ciencia cierta el precio de una libertad envenenada,
fuertemente condicionada y espuria, como si la colonización hubiese
sido suplicada en el inicio, y su rechazo ulterior, considerado un desaire
en toda regla por parte de la metrópolis. Cuenta Depelchin que
con la independencia, Francia impuso el pago de una indemnización
a los propietarios de los esclavos y a los terratenientes para compensar
las pérdidas ocasionadas, que Haití tuvo que aprontar hasta
1946. Es decir, el colonialismo no sólo aniquilaba el pasado y
asfixiaba el presente, sino que lastraba el futuro como si el destino
no fuese cosa de dioses, sino de politicuchos con ánimo revanchista
que apenas amagaban su pitorreo ante la abolición de la esclavitud.
Si nada ni nadie juzgaban las resoluciones del colono, el libre albedrío
se aliaba con la impunidad y ambos con la eternidad.
Del mismo modo que en la actualidad los medios de comunicación
apenas dan cobertura al país antillano, antaño tampoco los
filósofos de la Ilustración cuestionaron el Code Noir (Código
Negro), ni los mamotretos que contienen la "Historia Oficial"
ofrecen hoy una versión de los hechos que recoja la colección
de crímenes y atropellos imputables a Francia. "El modo cómo
los vencedores han escrito la historia del mundo tenía un requisito
previo: asegurar que los vencidos no tuvieran ninguna duda de su estatus
de vencidos", escribe Depelchin. O sea que se silencian los héroes
y las heroínas que combatieron al colono, y se difunde una lectura
antagónica de su genuino papel: Lumumba fue marxista, Sankara reaccionario
y Kimpa vita una traidora; todos ellos merecían la muerte por su
malicia, y debían ser condenados al olvido. Por añadidura,
por debajo de los próceres estigmatizados, se cosifica el sufrimiento
de las personas comunes, se maquillan los abusos y las atrocidades, en
tanto que se ensalza el pasado de ultramar poniendo el acento en lo que
el colono certificó como su mayor acto de generosidad hacia los
indígenas: educación, acceso a los frutos tecnológicos
de la modernidad, y bla bla bla. El colonialismo está orgulloso
de sí mismo, de su pasado caritativo, de su presente colaborador,
de su misión escatológica. ¿Cómo no estarlo
con la importancia geoestratégica que "lo exterior" reviste
para sus arcas?
He aquí la cuestión: la perspectiva económica es
fundamental en estos asuntos por encima de cualquier otra consideración
y, a lo largo de los ochos ensayos que articulan el libro, Depelchin recorre
una genealogía de la dominación que tiene por origen la
esclavitud (primera expresión del capitalismo), que sucesivamente
adopta facciones variopintas, y que se manifiesta aquí y ahora
mediante la esclavitud económica comandada por la deuda externa.
La vigencia de esta genealogía es más pertinente que nunca,
pues la esclavitud afectó a una parte concreta del mundo, mientras
que la deuda ha traspasado todas las fronteras. Y lo grave no es la constatación
de un crimen que no cesa, sino que, a diferencia de los árboles
evolutivos, en lo tocante a la dominación, cada estadio (trata,
colonialismo, neocolonialismo, globalización, etc.) no anula el
anterior. Dejando de lado el notable bloque que componen las postcolonias,
mientras unos estados como Grecia o Irlanda están asfixiados por
los "ajustes estructurales", las economías de otros como
España o Italia están en manos extranjeras (prestamistas
instituidos) bajo el aura fantasmagórico del especulador financiero,
y otros como Irak, Afganistán o Palestina padecen un colonialismo
sensu stricto. De hecho, los israelíes que habitan los territorios
ocupados responden, se diría que encantados, al nombre de colonos.
Agrega Depelchin: "Las formas de esclavitud han cambiado, pero las
relaciones de poder entre quienes controlan la riqueza y los pobres permanecen
tan difíciles de subvertir como cuando los esclavos se enfrentaban
a los negreros". En estos menesteres, África le saca una buena
ventaja a Europa; quizás va siendo hora de aprovechar esta experiencia
para hacer algo más que lamentarnos ante la pantalla del televisor.
El intelectual y activista congoleño advierte que "Los ciudadanos
del mundo quizás prestarían más atención a
los crímenes actuales si pudieran ver el vínculo con aquellos
crímenes del pasado que todavía permanecen sin reconocimiento".
Despertar de este letargo es crucial porque "La mentalidad que ha
pisoteado a la humanidad bajo distintos nombres no ha retrocedido; ha
crecido como un cáncer, destruyendo los principios que hacen posible
la vida". No en vano, el autor congoleño precisa que la esclavitud
fue la semilla de este fenómeno que ha venido a llamarse globalización,
como en otras palabras ha sostenido Samir Amin en diferentes trabajos
(1), cuando interpreta el vigente orden mundial del capitalismo en clave
imperialista, y confirma el celo de EE.UU., uno de sus estandartes, por
conservar este orden y atacar, aunque sea preventivamente, a aquellos
que insinúen un cambio de rumbo, o a veces ni eso.
Inmaculado en su vitrina de cristal, el mapa resultante refleja que sólo
unos pocos se enriquecen y el resto se empobrece, es decir, se repite
a escala mundial lo que sucede a nivel estatal, un cociente tantas veces
citado que ya tiene visos de lugar común: el 90% de la riqueza
de un país está en manos de un 3 o un 5% de su población.
Consecuencia de ello es que la mayoría de la humanidad vive en
el umbral de la pobreza, luego Depelchin equipara pobreza y humanidad
y los considera elementos intercambiables. A continuación, se pregunta,
¿por qué no reaccionamos? ¿a qué se debe semejante
déficit de solidaridad? Y responde, a voz en grito, que debemos
ser fieles a la humanidad y no a los capitostes (G-7-8-20, FMI, Banco
Mundial, etc.) que la gobiernan, pues éstos seguirán en
sus trece y difícilmente aportarán resoluciones, paquetes
de medidas y toda esa palabrería tecnocrática de escasa
o nula función práctica. De modo que sólo la humanidad
desde su base podrá retar al gigante, si bien no será fácil
derrocarlo, pues los tiempos que corren han vaciado de sentido términos
como solidaridad, y han divulgado que la pobreza es inextinguible, una
rémora con la que hay que contar como un fleco consustancial a
la abundancia. Aun así, arenga Depelchin, la humanidad debe sublevarse
ante su propia negación, pero no con armas, sino con todas sus
formas no violentas de expresión que sean susceptibles de accionar
los resortes adecuados: arte, poesía, ciencia. Pese al peaje, pese
al olvido, pese al castigo, Depelchin porfía en que debemos ser
fieles al espíritu de Haití 1804, hito y metáfora
de la liberación, de la victoria de los oprimidos versus los opresores.
Y tal fidelidad debe arrostrar tres obstáculos. En primer lugar,
releer el pasado fatídico y poner los puntos sobre las íes,
más allá de los textos históricos. "¿Por
qué no vemos escuelas, institutos de investigación y hospitales,
desde Mozambique hasta Ciudad del Cabo, que lleven estos nombres como
una forma de restablecer su modo de pensar y luchar dentro de nuestra
conciencia colectiva?, se pregunta el autor congoleño. Quien haya
paseado por Windhoek (Namibia) y recorrido sus pulcras calles rotuladas
con el lexema strasse, habrá pensado en algún momento que
podría encontrarse en una modesta villa de Baviera. En idéntica
sintonía con Depelchin, Achille Mbembe sugirió un destino
sepulcral para esos vestigios en un elocuente artículo: "¿Qué
hacer? Propongo que en cada país africano se proceda inmediatamente
a una recolección tan minuciosa como posible de las estatuas y
monumentos coloniales. Que se reúnan en un único parque,
que servirá al mismo tiempo como museo para las generaciones futuras.
Este parque museo-panafricano se usará como sepultura simbólica
al colonialismo de este continente. Una vez realizado el entierro, que
nunca más nos sea permitido utilizar la colonización como
pretexto para justificar nuestras actuales desgracias..." (2)
En segundo lugar, urge que se proceda a la depuración de las responsabilidades
penales a quienes corresponda, pues "las consecuencias de esta negación
dan paso a intensificar otros crímenes contra la humanidad, del
mismo modo que un ladrón impune estará tentado a cometer
un golpe mayor en su siguiente robo". Volvamos a Haití. Quien
piense que este país echó a andar como nación tras
su puesta de largo con la catástrofe del terremoto acontecido en
2010, quizá se sorprenda al saber que poco antes "Las tropas
de la ONU en Haití están llevando a cabo, de forma regular,
asesinatos de bebés, mujeres y ancianos en Cité Soleil,
uno de los barrios más miserables de Port-Au-Prince". Y, aun
unos pocos años antes, el presidente electo Jean Bertrand Aristide,
enfrentado a los poderes fácticos, tuvo que abandonar el país
y acogerse al exilio que le ofreció Sudáfrica. En la poltrona
vacante convenía sentar a algún títere más
dócil y afín a las directrices de papá aunque se
simulase un golpe de estado que confería un aire de espontaneidad.
Luego, este país ha devenido un laboratorio de inquinas y vilezas,
porque nunca ha habido una sola voz audible que las denuncie y condene.
O lo que es lo mismo, las voces que se han desgañitado, han sido
sofocadas por el altavoz imperial. En efecto, el ladrón, motivadísimo
por el envite de barra libre, seguirá robando cada vez más.
Remata Depelchin: "Las políticas emancipadoras deben ir de
la mano de narrativas históricas emancipadoras". Sin embargo,
como comenta Amín, las potencias se pasan por el forro el derecho
internacional; no digamos ya las bobadas del estilo reconocimiento, perdón
y dignidad.
En tercer lugar, "La solución a la actual crisis no vendrá
del imaginario basado en las soluciones tecnológicas o económicas.
Saldrá de una reordenación de las prioridades y de una transformación
radical de la relación entre los seres humanos, de forma solidaria
y no caritativa". Para Depelchin, en síntesis, la erradicación
de la pobreza exige un cambio de actitud que consiste en ser fieles a
la humanidad, pues no se puede confiar más que en personas como
usted y como yo, y nunca esperar un giro copernicano de las corporaciones
y los gobiernos. Decíamos arriba que África podría
empezar a dar lecciones a algunos estados miembros de la Unión
Europea sobre cómo ingeniárselas cuando las finanzas están
bajo mínimos. Además, también podría enseñar
otras cosas. Apuntaba Herbert Marcuse en "El hombre unidimensional"
que el sujeto que vive bajo la tutela de sociedades industrialmente avanzadas
pierde, por una mezcla de confort y satisfacción, su capacidad
para rebelarse ante las injusticias. Las revueltas árabes del norte
de África demuestran que los sistemas y los gobiernos se pueden
tumbar dando un golpe encima de la mesa. Quizá sólo reste
un punto de coordinación antes de la batalla, y un poco de garbo
también.
Sí, Depelchin aborda una batería de problemas complejos
(crisis alimentaria, crisis ecológica) y explora senderos para
sortearlos, pero la fuerza de su discurso estriba en la contundencia de
las preguntas que formula: ¿Cuándo empezó a desaparecer
la conciencia humana? ¿Dónde y cómo curarse de las
heridas masivas individuales y colectivas que resuenan, siglos después,
en el seno de los descendientes? ¿Cómo nos recuperaremos
de este largo y tortuoso descenso hacia la firme autodestrucción
de nosotros mismos, del principio de la vida? Preguntas que retumban como
mazazos, como versos no tanto recitados como regurgitados desde una cueva
insondable, desde un estómago bilioso. No es causal que "Por
una recuperación de la historia africana" se abra y se cierre
con dos poemas que nos retrotraen, sin ningún género de
dudas, a la poética combativa de Aimé Césaire.
Asimismo, sobre este conjunto de ensayos coeditados por oozebap (en castellano)
y Fahamu/Pambazuka News (en inglés), planea la sombra de Franz
Fanon, del que Depelchin es un epígono natural. Sólo que
si Fanon orientaba su discurso a los colonizados, Depelchin amplía
el campo de visión hasta el mundo entero. Si Fanon vaticinaba que
la violencia sería devuelta con creces con más violencia,
Depelchin propugna un corte limpio que interrumpa la cadena del terror.
Si Fanon emplazaba exclusivamente a los africanos, Depelchin precisa de
la predisposición de los poderosos, reconociendo que ellos tienen
la llave; una llave inútil mientras la sociedad no se aventure
a profesar fidelidad a la humanidad. Por su ambición, en síntesis,
de trascender los problemas de África hacia la totalidad de la
Tierra, Depelchin se suma a esa saga de autores que, como Chomsky o Milton
Santos, releen la historia, la recuperan y nos sitúan en el lugar
adecuado para mirar al futuro con una óptica un tanto más
justa. De los tres retos capitales, "Por una recuperación
de la historia africana", supera el primero, pues reivindica una
versión alternativa de la historia oficial; suspende el segundo,
pues no está en su mano empuñar la varita mágica
del Poder, y aprueba el tercero, pues exhorta al combate pacífico
prodigando con el ejemplo. Por lo pronto, dos a uno, que no es poco.
Notas
1. Samir Amin, "Geopolítica del imperialismo contemporáneo".
Epílogo al libro "Guerra global. Resistencia mundial y alternativas",
de Wim Dierckxsens y Carlos Tablada.
2. Achille Mbembe, "Por un entierro simbólico del colonialismo".
http://www.oozebap.org/text/colonialismo_mbembe.htm . Publicado en Le
Messager (Duala, Camerún). Traducción: oozebap.org
3. Franz Fanon, "Los condenados de la tierra". Fondo de Cultura
Económica, 2007
*Artículo publicado en Guinguinbali, octubre 2011
http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=4&id=2283
_______________________________________________
_____________________________________________
|